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Columnas de Opinion

28.2.06

Entrevista al sociólogo Ricardo Sidicaro (El Litoral)


El docente de la UNL y de la UBA e investigador principal del Conicet reconoce que la crisis del 2001 todavía hace sentir sus efectos sobre el sistema político. Considera una falacia del neoliberalismo la teoría del derrame económico fruto del crecimiento. Insiste en la necesidad de reconstruir el Estado, pero admite que es un proceso a muy largo plazo.

-Uno de sus principales libros se titula "Los tres peronismos". ¿Encasilla al gobierno de Kirchner en alguno de ellos o está preparando un libro el cuarto peronismo?

-No existe la posibilidad de un cuarto peronismo en sentido estricto. Este gobierno es de gente de origen peronista pero no hay condiciones socio-históricas para hacer peronismo. Al peronismo en su momento lo disolvió Menem con la experiencia neoliberal. El peronismo fundador eran los sindicatos organizados, el Estado fuerte y una sociedad políticamente movilizada. Hoy prácticamente no hay nada de esto. Este gobierno casi no se dice peronista. Son políticos de extracción peronista que están tratando de encontrar una renovación por la vía de una ampliación hacia otras sensibilidades sociales y políticas.

-Muchos intentaron destruir al peronismo pero, según usted fue Menem el que lo hizo.-Menem comenzó siendo consciente de que ya no había más lugar para el peronismo. Desde 1983 quedó claro que el peronismo ya no hacía mayoría por sí solo. Fue la primera vez que perdía una elección. El peronismo de Menem gobernó haciendo una coalición electoral ente los votos del peronismo, el aval activo de los sectores del poder económico concentrado y los electores de sensibilidad de derecha anti-peronistas, muchos de ellos francamente "videlistas". Kirchner trata de sumar los votos del peronismo con los de los sectores progresistas y en especial defensores de los derechos humanos. El peronismo que en su momento -1951 y 1973- tuvo el 60 por ciento de los sufragios hoy es una fuerza política que necesita otros afluentes. Menem buscó los de sensibilidad de derecha y Kirchner busca sensibilidad progresista para completar el 40 % de sufragio automático o tradicional que tiene el peronismo. Los sectores más pobres de la sociedad mostraron que si un gobierno peronista los beneficia, lo votan; pero si los peronistas los perjudican también los votan. Esto último se hizo claro con Menem donde perdieron empleo, ingresos, condiciones históricas de seguridad social, pero fue un voto tradicional, automático; ya no era la mayoría de otras épocas sino una primera minoría bien abultada. Las formas de ballotage requieren más y de allí las coaliciones hacia derecha o hacia izquierda.

País sin oposición


-¿Hay crisis en la oposición, especialmente en el radicalismo?

-En la Argentina, el sistema de partidos quedó destruido en el 2001. Ese año, la legitimidad de los partidos fue cuestionada muy fuertemente por las personas que se encontraban en la mitad superior de la distribución del ingreso. Los sectores que más protestaron, que más querían que `se vayan todos', estaban en la mitad superior de la distribución del ingreso, y fueron los que se ofendieron por la actuación presidencial de Fernando de la Rúa. La mayoría de los individuos de más ingresos canalizaba su voto hacia el radicalismo, en 1999 votó a la Alianza, pero en el 2001 llegó el derrumbe. El más perjudicado fue el partido radical, que se suicidó poniendo a De la Rúa en la presidencia. A diferencia del peronismo, no se pudo correr de lo que pasó con De la Rúa como lo hicieron los peronistas con lo que hizo Menem. El radicalismo tiene otros criterios de representación pública de la política y no se animó a repudiar totalmente la gestión de De la Rúa que en sentido estricto fue en el plano nacional un gobierno extremadamente preocupado por representar a los grandes intereses económicos y con Cavallo al capital financiero internacional. Ese gobierno lesionó material y simbólicamente los intereses del 50 % superior de la pirámide de ingresos, que es donde hay mayor capital educativo, más reflexión pública sobre la política, de quienes tenían más expectativas modernas. En las personas que viven en la pobreza existe más tradicionalismo cultural y, en general, menos capacidad de formar opinión pública, más sumisión a los caudillos lugareños, a pensar su realidad como destino casi natural y por eso tienen minoría activas que protestan pero la grandísima mayoría no toma la palabra y menos todavía participa de los reclamos sociales.

-¿Hoy no está claro quién es la oposición?-El gran drama es que la democracia necesita la reconstrucción de los partidos. La democracia es un sistema de partidos políticos. No hay ninguna forma de representación que pueda funcionar sin los partidos. Además de los partidos puede haber organizaciones de expresión de intereses específicos, las ONGs, las corporaciones, los perjudicados de problemas concretos, etc. Hoy ha crecido la autorrepresentación, gente que sale a la calle a defender intereses puntuales, pero con eso no se puede gobernar ni legislar. Entiendo que la reconstrucción de los partidos, a nivel nacional, es más factible desde el radicalismo que por la creación de nuevas fuerzas. Hay una sedimentación de tradiciones con las cuales la gente puede enojarse, pero es más fácil que vuelva a amigarse con sus tradiciones que se mude a nuevas otras. Los dos partidos surgidos del radicalismo, el de López Murphy y el de Carrió no consiguen crear organización, en cambio el radicalismo tiene una red de representación en crisis pero que continúa siendo muy importante.
Sindicalismo y piquetes
-Usted mencionó al sindicalismo como una columna del peronismo. Actualmente, ¿está siendo reemplazado por el piquete?

-No. El sindicalismo fue una acción poderosísima de representación donde el mecanismo era relativamente fácil porque se fundaba en el lugar de trabajo, en la empresa. La palabra piquete tiene su origen en la guardia de choque que los sindicatos ponían en la puerta de las empresas para evitar que cuando se declaraba la huelga asistieran a trabajar los `carneros' y por persuasión o violencia imponía el cese de actividades. Esa gente de acción expresaba la voluntad de una institución compleja que tenía capacidad legítima de parar la fuente de trabajo y defender un imaginario histórico asociado con la dignidad del trabajo y con la conquista permanente de mejoras sociales. Hoy los piquetes son básicamente un grupo muy pequeño de gente que se moviliza sobre una situación inmensa de gente que se encuentra en las mismas condiciones que ellos pero con la que no tiene vínculos orgánicos. Quizás, en un día de gran convocatoria los piqueteros de hoy pueden movilizar cien mil personas en todo el país, pero eso es muy poco comparado con el viejo poder del movimiento obrero organizado. Es un fenómeno extraño que haya tan poco movimiento social realmente participativo cuando existe tanta gente sumergida económicamente. Es evidente, por otra parte, que en los casos en que un dirigente piquetero se presenta como candidato a una elección casi no saca votos. Es una forma de movilización que asume una novedad difundida por los medios de comunicación y por la eficacia que tiene para cortar rutas, pero que carece de vínculos efectivos de representación social de quienes trata de expresar. Si realmente los piqueteros tuviesen capacidad de convocar electoralmente a los perjudicados populares por el neoliberalismo el sistema político sería otra cosa, pero los excluidos votaron sistemáticamente por sus excluidores.

En el plano de la movilización es un sistema complicado que, como lo muestran los medios de comunicación tiene en el primer plano a personas con caras tapadas, con palos, con predisposición a arriesgar su integridad física, que seguramente no estimula a la participación a las personas más pobres, con miedo a las consecuencias de la violencia, que se preguntan qué pasará con sus familias si los mata la represión, o si los meten presos. Digamos que las movilizaciones presentan riesgos que muchos no quieren sumar a los riesgos estructurales de la pobreza.

Derrame y neoliberalismo
-La Argentina crece, pero se ahonda la brecha entre ricos y pobres. ¿El vaso no derrama?

-El derrame del vaso es un invento de los neoliberales, en economía abierta el vaso ya no derrama más. Derramaba en economía cerrada porque los que ganaban invertían en el país; en la época de la globalización se gana en un país y se invierte en otro. El derrame es una falacia de los neoliberales que suponía la economía anterior que ellos querían destruir. En la economía de mercado nadie puede obligar a invertir. La movilidad del capital impide el criterio del derrame, que es parte de otra configuración económica. Además, es probable que quienes ganan más se hagan más, consuman más productos importados y giren sus ahorros a un país más seguro que no confisca los dólares ahorrados.

-Pero la solución no es vivir aislados del mundo y cerrados...-No se puede hacer eso. De todos modos, la Argentina se modernizó mucho con la globalización pasiva y ahora se trata de encontrar más capacidad de negociación con el mundo externo. Argentina no es nada si se la compara con las grandes empresas internacionales. Dejar de importar supone dejar de exportar. En China hay salarios de 40-50 dólares mensuales, hay un dumping social, pero, ¿podríamos poner barreras a estos productos? No, porque eso ocasionaría un cierre de los mercados internacionales para los nuestros. -¿Cómo achicamos la brecha? -Los países que alcanzan este punto de distribución tan desigual deben tener políticas muy puntuales de empleo, de formación de recursos humanos, para revertir esto en más de 20 años. Si no se invierte más en educación, difícilmente se mejore la capacidad de la mano de obra local y no tendremos mejores salarios. Sin más formación técnica y sin más productividad del trabajo es difícil mejorar los salarios porque se deja de ser competitivos y se pierde el atractivo para las inversiones extranjeras que tiene la Argentina. Hoy los salarios son bajos. Hay asalariados por debajo de la línea de pobreza y eso es grave. Para revertir esta desigualdad se necesitan políticas inteligentemente diseñadas por los gobiernos, pero adecuadamente implementadas en términos técnicos por aparatos estatales idóneos. -No se lo nota optimista en el corto plazo...-El científico social no es ni optimista ni pesimista, le deja eso al atribulado ciudadano. Pero, en economía, nadie sabe hoy encontrar soluciones a estos problemas estructurales. Leo lo que dicen los economistas y veo que no hablan de las salidas, sino de las coyunturas. La diferencia entre un país desarrollado y uno subdesarrollado es que en los primeros se habla de lo que va a pasar y en los segundos de lo que pasó. ¿Qué tendría que producir y exportar la Argentina para tener mejores situaciones salariales? La situación de ingreso ha creado capas que difícilmente puedan volver a entrar a una mejor situación de ingreso. La inversión en Educación es fundamental para mejorar las condiciones de pobreza. Un Estado que tenga mayor capacidad de control sobre el trabajo en negro mejoraría las brechas. No se sabe bien cómo se distribuye el ingreso, pero, sí se nota que la Argentina que tenía las situaciones más igualitarias de América Latina, hoy está detrás de muchos países.

El entrevistado

Ricardo Sidicaro es investigador del Conicet, profesor concursado de la Universidad de Buenos Aires en la Facultad de Ciencias Sociales y ha dictado cursos de grado y posgrado en distintas universidades nacionales y extranjeras. Doctorado en Sociología en la Ecole des Hautes Études en Sciences Sociales de París, es autor de numerosos trabajos de investigación sobre las transformaciones sociopolíticas argentinas y latinoamericanas.

Mario Cáffaro


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10.12.05

No fue casualidad (Diario Castellanos)



Sr. Director:
He tratado de analizar fríamente el triunfo del doctor Hermes Binner, habiendo arribado a la siguiente conclusión: un alto porcentaje fue por mérito propio, su honesta y dialoguista gestión al frente de la Municipalidad de Rosario. Muchísimos gestos de humildad, uno de los cuales muchos rafaelinos y ciudadanos de la zona lo recuerdan. Me refiero cuando se realizó un almuerzo en el campo de deportes del colegio San José, al cuál asistió en su calidad de ex alumno, donde no sólo se ubicó entre la inmensa cantidad de personas que estábamos presentes, sino que solicitó a los organizadores se notificara de su estadía cuando se hubiese retirado. No venía acompañado de camarógrafos, tampoco fotógrafos o periodistas. ¡Qué bello ejemplo! Anheló pasar desapercibido siendo intendente de la ciudad más populosa de la provincia.

Una interesante cantidad de votos a favor obtuvo porque hay ciudadanos que comienzan a castigar: al ingeniero Obeid de parte de padres, abuelos de niños en realidad escolar y los docentes por idéntica razón: la incumplida “revolución educativa” (materia aún pendiente), por tanto dinero distribuido en sitios estratégicos y cualquier cantidad de promesas (todo ello en los últimos días previos al acto eleccionario). No debo omitir exteriorizar sobre “su candidato” y sus centenares de cheques emitidos “sin fondos acreditados en cuenta”. También otros se acordaron de Reutemann por el “regalo” de Aguas Provinciales.


Luchini, Omar F

L.E. 6.280.238

26.11.05

Empezó el Cambio (Angel Elias)

Mas de dos décadas de gobierno justicialista en la Provincia de Santa fe y el repertorio interminable de desaciertos y desaguisados de la última gestión de Obeid plantearon un escenario favorable para la oposición en las elecciones legislativas. El Frente Progresista Civico y Social que acaba de ganar las elecciones es una coalición de partidos y movimientos sociales con eje en el Socialismo y el Radicalismo que sin duda ha generado una alternativa electoral contundente.

Un punto fuerte de la propuesta fue el candidato. Buena imagen, actitud política desestructurada y plural -lo que escasea en los partidos argentinos- ,sobrados antecedentes de gestión, sin ningún episodio de corrupción, capacidad para escuchar y sentido común.

El discurso de la campaña fue inobjetable: necesidad de complementar la democracia representativa con la participación de movimientos sociales, búsqueda de consensos, énfasis en la experiencia de gestión, prioridad a los temas provinciales, cuestionamiento frontal a los 22 años de justicialismo en Santa Fe, acento en la redistribución de los ingresos, defensa de la educación y la salud públicas y caracterización madura del gobierno nacional.

Empezó el cambio en Santa Fe quiere decir que se está en inmejorables condiciones para ganar la provincia en 2007. Este posicionamiento electoral de Hermes Binner y el Frente Progresista Cívico y Social debe cimentarse en un instrumento político que combine las diversas identidades, experiencias y culturas políticas.

Ese instrumento debe partir de un esquema flexible, que fije reglas de juego claras y previsibles para resguardar la metodología del consenso en la construcción de agendas y acuerdos.

Las ideas centrales están planteadas desde el Foro Social Económico y Político de la Provincia de Santa Fe que se realizò en Rosario en febrero de este año. Allí se establecieron las bases de una construcción colectiva entre partidos y movimientos sociales inédita, como modelo de construcción política en el país.

No pasó tanto tiempo de ese importante evento. Hay que que insistir en ese camino, para construir una verdadera estrategia de transformación de la provincia, justamente allí está la diferencia con otras experiencias de meras sumas electorales que en la práctica no resultaron.

Los radicales de Santa Fe, sin perder identidad podrán aportar la potente red de sus gobiernos locales y el numeroso elenco de dirigentes territoriales y de militantes involucrados en las organizaciones de la sociedad civil.

La extraordinaria experiencia de municipios y comunas de la UCR y sus numerosos casos de éxito componen un valioso activo, indispensable para ganar y gobernar eficientemente la provincia.

La U.C.R., en un esquema de esta naturaleza está en condiciones de incidir positivamente en la política santafesina y llevar a cabo un proceso de reconversión que preserve sus valores y los ponga al servicio de una estrategia de cambio en Santa Fe.

El camino que se inicia debe despejar las dudas que tan estentóreamente mostró buena parte de la dirigencia radical y de algunos sectores que, aún desde el campo popular, manifestaron su prejuicio a la participación institucional de nuestro partido en el Frente Progresista.

Desde el Instituto de Formación Política Económica y Social seguiremos trabajando en las líneas que nos fijamos a principios del año: difusión de la Experiencia Rosario -un párrafo aparte merece la excelente elección en la ciudad-; el desarrollo de una agenda productiva con participación de empresarios y técnicos en servicios a empresas; el fortalecimiento de los gobiernos locales y el trabajo en los movimientos sociales, básicamente por el INGRESO CIUDADANO y por la GESTION SOCIAL DEL AGUA.

Y, muy especialmente, trabajaremos en la construcción del instrumento de cambio, el Foro Social Económico y Político y la elaboración participativa de su programa para el 2007.

ifpo@ciudad.com.ar

25.10.05

Domingo 23 en provincia de Santa Fe. Por Carlos Nuñez, de la Biblioteca Popular Pocho Lepratti.

Si en algo se sostiene la impunidad es en la apuesta a que todo siga igual, en poder una y otra vez escapar del juicio y castigo. Y seguir para adelante como si nada hubiese pasado. Sólo importa hablar de un futuro, que se sabe por otra parte al que nunca se arribará si no se lo enlaza con aquello que forma el pasado.

Y entonces se apela a la espectacularización, al desentendimiento de los reclamos, a tildar de anacrónicas las justas exigencias y a querer ver lo nuevo en todo aquello que apunte a sostener el olvido. Y en ningunear: “ sólo un foco de trasnochados”, “ los inadaptados de siempre” “aquellos que no entienden los nuevos tiempos” son frases comunes con las que se puede etiquetar el trabajo de aquellos que aún se juntan exigiendo justicia, reclamando transformaciones.

La memoria no se compra, no se adquiere en el mercado. Se construye en forma social e histórica en un trabajo cotidiano y a veces imperceptible.

El domingo 23 se expresó pensando que Velázquez no le atravesó la garganta a Pocho sin que alguien hubiera dado esa orden, que fue la misma que arrebató la vida de Yanina, o de Juan Delgado o Graciela Acosta. Y pensó sintiendo lo que habría pasado esa nena que para salvarse de las aguas que tapaban su ciudad debió pasar toda la noche, subida a las cruces de un cementerio. Y recordó a Gladys Gauna y a los Padres del Dolor destruídos pero luchando contra un gatillo fácil suelto contra el pobrerío. Y se acordó de Sandra Cabrera y otra vez la (in)Justicia. Y de las mujeres cantando el himno para no quedarse sin techo. Y del acorralamiento a los maestros que hacen la Educación de nuestros hijos. Y los hospitales que se caen. Y los jueces premiados, nombrados a dedo como un regalo de Reyes. Y pensó en los gobernadores que solicitaban la absolución de un policía matador y que para nada se acordaba de un trabajador no docente acribillado en los techos de su escuela pidiendo que no tiraran porque había pibes comiendo.
El 23 la memoria se tomó su tiempo, sin descansar y estuvo presente, expresando que el juicio y castigo se expresan en todos los ámbitos, también en el cuarto oscuro.

El 24, por supuesto, ya estaba otra vez en la calle, en los barrios, en las escuelas, en las escasas fábricas, en comedores, en la Plaza, en las marchas, moviéndose en los movimientos. Haciendo su trabajo cotidiano, a veces imperceptible. Como una hormiga que construye. Y que sabe que ello implica lucha. Y que hay que seguir

Carlos Nuñez, integrante de la Biblioteca Popular Pocho Lepratti

18.9.05

"El modelo chileno fue idealizado", aseguró un senador trasandino (La Capital)

Walter Palena / La Capital

El senador chileno Carlos Ominami pasó el fin de semana por Rosario con dos objetivos a cuestas: apoyar la candidatura a diputado de Hermes Binner y explicar la experiencia de la Concertación, que ya lleva 16 años a cargo del gobierno trasandino.

"Hay una idealización del modelo chileno", aclara, sin embargo, el dirigente, quien fuera ministro de Economía en la primera etapa de la transición que comandó Patricio Aylwin. En esa etapa, comenta, Chile tenía un nivel de pobreza que alcanzaba al 40 por ciento de su población y hoy lograron reducirla al 18 por ciento.

"Nuestra meta ahora es erradicar la indigencia, que está entre el 5 y 6 por ciento, pero debemos hacer las cosas bien", sostiene.Ominami trató en todo momento de dejar en claro que no se puede trasladar automáticamente el éxito de la experiencia chilena al ámbito argentino.

"Hay algunos compatriotas que andan por la vida dando lecciones, lo que le ha ocasionado un gran daño al país porque no cuentan la verdad y entregan una visión arrogante, soberbia de Chile", dispara.

El prestigioso intelectual y ex ministro, ahora convertido en senador, brindó -en una entrevista a La Capital- algunos detalles que explican la "bonanza" que goza Chile, producto de una ingeniería política y económica armada por el Partido Socialista y la democracia cristiana, dos fuerzas que se enfrentaron fieramente en el pasado y que hoy son ejemplo de cohabitación política en Latinoamérica a través de la Concertación.

"De gobierno a gobierno, tenemos una excelente relación con el presidente Néstor Kirchner, pero como partido (el socialista) nos interesa estrechar vínculos con las fuerzas progresistas de Argentina", dice ante la atenta mirada de Binner, sentado a su lado y asintiendo cada concepto jugoso que lanza el chileno.-

La campaña política para elegir presidente en Chile es muy tranquila, todo lo contrario a lo que sucede en la Argentina. ¿A qué se debe?
-Chile está viviendo un momento excepcional. Hace dos años cualquiera hubiera dicho que la experiencia de la Concertación estaba agotada, pero hoy todo indica que hemos sido capaces de renovarnos; la derecha no es opción y la próxima presidenta va a ser Michelle Bachelet (la candidata oficialista). Es tranquila porque no hay misterio. El único misterio es saber quién va a salir segundo y quién liderará la oposición en el próximo período.

-Me refería a que no hay agravios, descalificaciones personales...
-Creo que uno de los méritos de Chile es haber hecho del dolor un aprendizaje. Cada sector sabe que tiene límites de los cuales no se puede pasar porque se pone en riesgo el sistema. Tenemos una suerte de autorregulación. Ya pagamos muy caro las competencias que se desbocaban y las campañas extremadamente confrontacionales del pasado.

-Pero la Argentina también sufrió una dictadura brutal y la transición no fue tan ordenada.
-Hay dos diferencias muy marcadas. En Argentina el régimen militar se desplomó producto de una derrota militar (Las Malvinas), en cambio nosotros derrotamos a los militares políticamente y dentro de la propia legalidad que generó el régimen. Eso nos permitió iniciar un proceso de transición sin derramamiento de sangre, pero también nos puso una camisa de fuerza que tardamos mucho en romper: por primera vez en 16 años la Constitución chilena no llevará la firma de Pinochet.

-Costó tiempo acorralar a Pinochet.
-Para algunos fue un proceso lento, pero hoy Pinochet es un personaje liquidado. Hasta hace cinco años era intocable para la sociedad, y ahora termina sus días cuestionado en todas las líneas. Como gobernante cometió graves violaciones a los derechos humanos. También termina cuestionado como "soldado valiente" dado que alegó demencia para evadir a la Justicia y bajo el peso de acusaciones de corrupción.

-Cuando se está mucho tiempo en el poder se habla del desgaste. ¿Cuál es el secreto de la Concertación?
-Gobernar bien. Hemos sido capaces de demostrar que se puede crecer económicamente en democracia y avanzamos mucho en la lucha contra la pobreza. Cuando asumimos, el 40 por ciento de los chilenos vivía en la pobreza, y la hemos bajado al 18 por ciento. La indigencia está entre el 5 y 6 por ciento, por lo que la próxima meta es erradicarla en seis años, pero debemos hacer las cosas bien.

-¿Observa algún correlato de esa experiencia política en Argentina?
-Seguimos muy de cerca la evolución política de los países vecinos, y la relación con Argentina es de vital importancia. Siempre hemos procurado tener buen trato de gobierno a gobierno, pero como partido también nos interesa establecer un vínculo con el progresismo argentino. Con Hermes Binner tenemos una relación muy antigua, y a nosotros nos parece importante que gente como él, con trayectoria y con gestiones exitosas en el ámbito local, juegue un papel destacado. Creemos que es propio de los partidos estrechar relaciones. Nosotros no somos parte de los chilenos que andamos por la vida dando lecciones en materia previsional, económica... Muchos de ellos han hecho un gran daño al país porque no cuentan la verdad, y han entregado una visión arrogante, soberbia de Chile. Yo tengo mucha distancia de eso: contamos nuestra experiencia, y lo hacemos con la mayor franqueza; destacamos nuestros avances, pero también nuestras limitaciones. Hay una cierta idealización del modelo chileno.

12.9.05

Sergio Renán: "El Colón no cambiará sin confrontación" (La Nación)

El ex director del Teatro analizó las causas profundas del actual conflicto

Por las venas de Sergio Renán corre sangre del Teatro Colón. En 1997, meses después de haber completado su primer ciclo como director de la sala, Renán se enfermó de pancreatitis. Estuvo muy grave. “En cierto momento se requirieron públicamente donaciones de sangre –dice–. Cuando me curé, vi la lista de la gente que había ofrecido donar sangre para mí. Había como 60 personas que trabajaban en el Colón. De todos los sectores: artístico, técnico y administrativo. Hubo muchas personas del Colón que ofrecieron su sangre y bastantes que la donaron.”

Aquella primera gestión como conductor del Colón hizo que Renán, hasta el momento reconocido por su trabajo como actor y director de cine y de teatro, trascendiera el ámbito del espectáculo y se instalara definitivamente como un hombre de la cultura; el artífice de la recuperación de la sala que, de 1989 a 1996, volvió a brillar gracias a la jerarquía de sus temporadas artísticas, con una intensidad olvidada en los años previos.

Renán fue después director de Asuntos Culturales de la Cancillería, durante la gestión de Guido Di Tella; integró el Fondo Nacional de las Artes, y, ya en el final de su carrera como funcionario, sumó la experiencia amarga de un regreso breve al Colón, en 2000.

A punto de partir a España, donde una nueva temporada de "Mi querido mentiroso" y la puesta en Madrid de "La verbena de la paloma" lo mantendrán ocupado hasta fin de año, y en momentos en que el Colón nuevamente es noticia por sus penosos conflictos internos, Renán -que dice que no volvería a ocupar un cargo público ("He perdido el optimismo imprescindible para ser funcionario")- reflexiona sobre el lugar desvalorizado que, a su juicio, ocupa la cultura entre las preocupaciones de las clases dirigentes, manifiesta su escepticismo acerca de la verdadera diversidad de propuestas que ofrecen los partidos políticos, ya cerca de las elecciones de octubre, y da un diagnóstico categórico: el gobierno de la ciudad no podrá solucionar los problemas del Colón sin enfrentarse con los sectores que, dentro del propio Gobierno y del teatro, defienden sus intereses particulares.

-Los conflictos del Colón ponen bajo una luz nueva sus experiencias como director del teatro?-Durante los siete años de mi primera gestión pude hacer parte de lo que hubiera sido mi proyecto: yo quería un Colón de primera línea internacional. En aquel momento me favoreció la circunstancia histórica, porque la cantidad de privatizaciones que se realizaban creaba un clima de paranoia. Algo tan poco probable como la privatización del Colón pasó a ser un fantasma que la dirigencia gremial sentía. Al cabo de un tiempo mi gestión comenzó a recibir aprobación desde el exterior del teatro, que hizo que muchos de los que trabajaban en el Colón se sintieran orgullosos de ser parte de eso. De manera que, salvo un conflicto que tuve con el ballet, no hubo ningún problema serio y, más allá de alguna descripción de mi gestión como autoritaria, en ningún momento fui agredido o difamado por los gremialistas del teatro, y recibí muchas muestras de afecto.

-No pasó lo mismo la segunda vez? -El segundo ciclo fue una pesadilla. Había cambiado la índole de la relación del Colón con el gobierno de la ciudad. La autarquía administrativa que había tenido el teatro durante mi primera gestión, que había permitido un funcionamiento dinámico, se vio trabada por el sistema de cuenta única, por el cual todo el dinero va a Hacienda y pasa por Procuración antes de llegar al teatro.

-Cuando, hace poco, Tito Capobianco renunció a la dirección del Colón usted dijo que para resolver los problemas que plantea el teatro es necesario tomar decisiones que el gobierno de la ciudad no parece dispuesto a tomar. ¿Cuáles son esas decisiones? -No se trata sólo de este gobierno, sino también de los anteriores. Hay un afuera y un adentro del Colón que deben ser resueltos. Hacia afuera, la relación del Colón con el gobierno de la ciudad. Con respecto a muchos temas del teatro, ni su director ni el secretario de Cultura tienen capacidad de decisión. La tienen Hacienda, Procuración y otros espacios del gobierno de la ciudad que opinan, entorpecen, lentifican y, finalmente, son decisorios. En esa estructura, el director del Colón es alguien que imagina, que piensa y que propone un camino. Pero no es un director: directores son todos los otros, que convierten las decisiones de aquél sólo en puntos de vista.

-¿Y hacia adentro? -Es imprescindible llegar a un clima de disciplina y de orden, de aceptación de un sistema que no puede, por definición, excluir el respeto a las jerarquías. Eso no significa autoritarismo, totalitarismo ni ninguna de las definiciones con las que fácilmente se trata de descalificar esa postura. El Colón, como toda comunidad, necesita una conducción, y esa conducción debe ser respetada, cosa que frecuentemente no ocurre, y que es muy difícil de lograr sin confrontación, que es lo que ningún gobierno de la ciudad ha estado dispuesto a hacer. Dentro del teatro, los sectores gremiales tienen un poder de confrontación que da la sensación de ser incontrolable. Pensemos en el tema de la jubilación. Es imposible que un bailarín o el integrante de un coro tengan el mismo régimen jubilatorio que gente que desarrolla actividades que le permiten trabajar hasta los 65 años. Es de una obviedad tal que es imposible no entenderlo. Por otra parte, condenar a alguien que gana 1800 pesos por mes a ganar cuatrocientos determina, en quien se tiene que jubilar, una resistencia absolutamente comprensible. Entonces, no se jubilan. Hay un promedio de edad altísimo que, en el caso del ballet, hace que muchas veces sea inevitable contratar bailarines más jóvenes y, en el coro, que no sea fácil encontrar integrantes de las edades o las apariencias requeridas por algunas óperas. Ahora, toda la gente que en el gobierno de la ciudad y dentro del teatro ganó aquel poder del que hablábamos no lo va a ceder sin dar pelea. Cuando digo que no es posible imaginar una solución sin confrontación me refiero a que no es posible que las cosas se resuelvan como quisiera el gobierno de la ciudad, a través de hechos mágicos. Mi regreso al Colón, en 2000, sería un ejemplo de esa expectativa mágica por la cual todo se resuelve nombrando a determinado director. El conflicto es mucho más profundo y el gobierno de la ciudad tiene que asumir que eso es así. Lo que creo es que, comparado con otros temas, el Colón les importa muy poco.

-¿A qué se refiere? -Al Colón se lo asocia un poco con frivolidad y con gente rica y elegante, lo que tiene su porcentaje de verdad, pero mínimo en relación con la verdadera significación del teatro, que es el más poderoso espacio de difusión de belleza y de arte de la Argentina. Resulta hasta paradójico que tengamos un teatro tan maravilloso en un país que no lo es. Lo que pasa es que un teatro no es su arquitectura y sus comodidades, es lo que produce, cómo llega a los demás. Y modificar esa mirada hacia el Colón es parecido a la necesidad de modificar la mirada de la sociedad y, particularmente, de su clase política hacia la cultura en general, que es vista como un aspecto de la vida placentero pero prescindible. Absolutamente secundario frente a otras prioridades. También estamos los que creemos que hay una relación entre cultura, educación, economía, trabajo y salud; y que hay que destinar a educación y cultura tres o cuatro veces más dinero que el que se destina. Porque no se va a solucionar el problema del trabajo con la creación de obra pública o con el estímulo a la industria si no hay gente educada y capacitada para ocupar las fuentes de trabajo que se creen.

-¿La ley de mecenazgo, que ya obtuvo media sanción en el Congreso, puede ayudar a que los sectores dirigentes de la sociedad se acerquen a la cultura? -Creo que el porcentaje de desgravación que prevé es casi insignificante. No creo que sea muy movilizador para las empresas. Por otra parte, no nos engañemos: en sociedades como la norteamericana, gran parte del extraordinario aporte económico de las grandes empresas y de las personas muy ricas al desarrollo de las artes es la consecuencia de un sentido de la responsabilidad y de una identificación de la cultura con un prestigio al que quieren vincularse. Creo, quizá candorosamente, que es tan importante eso como el porcentaje de dinero que desgrava. Ese dato, en una sociedad tan cuestionable, en muchísimos aspectos, como lo es la norteamericana, es absolutamente rescatable. He visto salir a la calle, en San Francisco, a una multitud de señoras comunes y corrientes a buscar los dos millones de dólares que el teatro de San Francisco necesitaba en su momento, y extraer de los peatones su contribución, diría que de manera casi compulsiva. Cuando uno lee el programa de mano del Metropolitan o de la Opera de París ve, entre las contribuciones de empresas o personas, cifras de un millón de dólares, de 500 mil dólares. Acá, los intentos que se hicieron desde el Colón o la Fundación Teatro Colón, en distintas etapas, terminaron recibiendo cifras patéticamente bajas. Supongo que esas cifras subirán con la desgravación impositiva, pero sospecho que no demasiado.

-¿Qué opina de la difusión que se hace en el exterior de la cultura argentina? Brasil y México, por ejemplo, parecen tener una presencia internacional de mucho más peso y de mayor alcance. -Son países que tienen una mirada mucho más interesada en la difusión de su patrimonio cultural que la que tiene la Argentina. Tengo la certeza de que una mirada de respeto hacia un país -respeto determinado esencialmente por su cultura- sirve también para vender productos: trigo, soja, aceite, vino. Lo que sea. Nuestra historia, los avatares de nuestra economía, no nos permiten plantarnos frente al resto del mundo como un país importante. Sí lo somos en el plano cultural. Aun muertos nuestros próceres literarios (Borges, Bioy, Cortázar, Arlt) y estando detenida la producción de Sabato, tenemos una narrativa muy interesante, unas artes plásticas formidables y el mejor teatro de experimentación del mundo. El cine argentino ha pegado una remontada muy interesante en los últimos cinco años. Tenemos muchísimo para ofrecer. En la época en la que yo estaba en la Dirección de Asuntos Culturales de la Cancillería recuerdo el bochorno que para mí significaba visitar embajadas y consulados argentinos que no hubieran podido dar prácticamente nada a quienes, en esas ciudades, se hubieran interesado por la literatura, la música o el cine argentinos. Me he muerto de envidia en el Instituto Cervantes, de Nueva York, cuya discoteca argentina era infinitamente más grande que la que tenía el consulado argentino en esa ciudad. Me compromete particularmente el tema porque con Guido Di Tella, hombre absolutamente interesado por la cultura, durante su gestión creamos una fundación llamada Arcade (Arte y Cultura Argentinos de Difusión en el Exterior). Los puntos de referencia que tomábamos eran el British Council, la Dante Alighieri, la Alianza Francesa. La idea era abrir espacios en varias ciudades. Las primeras casas iban a estar en Roma, Nueva York, Jerusalén y Río de Janeiro. Luego teníamos pensado agregar cinco o seis más. Los edificios tendrían una estética en común (se ocupó del tema Clorindo Testa e hizo un proyecto magnífico) y algo que considerábamos esencial era desvincular la fundación del gobierno de turno. Había en aquel momento aportes de empresarios italianos para la casa de Roma y de Amalia Lacroze de Fortabat para la casa de Nueva York. La casa de Jerusalén ya estaba. De lo que se trataba era de ponerlas en condiciones y de dotarlas con una programación vital. Estoy seguro de que en el curso de unos años los resultados hubieran sido perceptibles.

-¿Qué pasó con el proyecto? -Al terminar la gestión de Di Tella, el proyecto fue cajoneado y desapareció como si nada existiera.

-¿Qué opina de la gestión del Gobierno, más allá de los temas culturales? -Creo que tiene un compromiso real con el tema económico y con la desocupación. Pero creo que es muy urgente modificar parte de los hábitos políticos de agresividad, violencia y falta de respeto por la convicción y el punto de vista ajenos. De la misma manera que existe esa mirada parcial y prejuiciosa con respecto a la cultura, a sus consumidores y creadores, creo que existe algo parecido con respecto a la cortesía y a los buenos modales. Creo que se los identifica con hipocresía, con hábitos de conducta de gente desconfiable, que tras esa aparente finura esconde sentimientos opresores y hasta asesinos, y creo que no es así. Los hombres hemos inventado una serie de códigos de conducta en nuestra relación con los otros que son los indicativos de que los respetamos.

-Han resurgido últimamente algunas teorías que revalorizan el populismo como el único cauce posible para que las masas excluidas se integren a la vida social y política de sus países. ¿Qué opina? -Es comprensible que los sectores destruidos por la degradación económica, que no se sienten representados por la política orgánica, busquen formas alternativas de representación. En ese sentido, creo que es inevitable que aparezca el proyecto piquetero, populista por definición. Pero si bien entiendo su razón de ser, creo que los piqueteros son un fenómeno dolorosísimo de nuestra realidad. Otro tema es la estrategia que tiene el Gobierno para enfrentar el tema, que me provoca reacciones encontradas y una gran cantidad de dudas, porque aparentemente la acción piquetera quedó reducida a los núcleos de izquierda o de extrema izquierda, con una fuerte carga ideológica y con un grado de fervor militante que no va a desaparecer de ninguna manera simple. No sé cómo va a ir derivando este tema. Como todo el mundo, siento rechazo por la posibilidad de la violencia (rechazo que no sienten los líderes piqueteros, porque no sólo consideran que la violencia es válida para lograr sus objetivos, sino que la ejercen con placer y con eficacia). Y también se da el caso de que en las marchas piqueteras que subsisten -y no cándidamente- se ven muchas mujeres con bebes en brazos, lo que hace muy compleja la hipótesis de la represión.

-¿Advierte rasgos de populismo en el Gobierno? -Claro, en este y en todos los gobiernos que he conocido. Es un tema de intensidades y de matices. ¿Qué fue la Guerra de las Malvinas sino un acto del más obsceno populismo por parte de un gobierno militar? Vivo el populismo como un acto de profundo desprecio, lo sepa o no el que realiza ese acto.

-¿Qué expectativas tiene ante las elecciones de octubre? -Lamentablemente, el radicalismo ha hecho lo necesario para dejar de constituirse en la fuerza alternativa al peronismo que fue. Es bueno para el país que haya una fuerza alternativa al peronismo. Los espacios que ahora ocupan Carrió y López Murphy, que son de extracción radical, o Macri, aparentemente no tienen posibilidad de instalación en términos de estructuras, pese a que se están haciendo algunas alianzas interesantes.

-¿Cuáles? -La del socialista Binner, en Santa Fe, con los radicales, por ejemplo. Creo necesario que haya una fuerza nacional que haga una oposición leal, sin el intercambio de favores que ha caracterizado parte del vínculo entre los partidos en los últimos años. Es un poco una utopía, tal como están planteadas las cosas en ese momento. Los radicales han armado una buena lista en la Capital, que tiene integrantes enormemente respetables, pero no creo que puedan remontar el descrédito que vienen sufriendo. Aparentemente, hay paridad entre los candidatos más mencionados, lo cual ya supone, en el caso del peronismo, un ascenso de su presencia en la Capital. Tiene un buen candidato.

En alguna oportunidad usted dijo que la última vez que se sintió claramente representado por una propuesta política fue en 1983, cuando votó por Alfonsín. ¿Persiste esa sensación? -No tengo duda de que si yo fuera norteamericano votaría al Partido Demócrata y si fuera español, al PSOE. Pero, siendo argentino, no lo tengo tan claro. Con muchas dudas e interrogantes siento que quizá la socialdemocracia sea lo que más tiene que ver conmigo. Aunque en mí funcionan ciertos rasgos y valores históricamente relacionados con la derecha, como la devoción por un sentido de la jerarquía moral e intelectual y de la espiritualidad, que la izquierda mira con desconfianza y analiza desde la certeza de que quienes adhieren a esos valores son reaccionarios. Soy una mezcla de todo eso. Creo que no es fácil para un argentino sentir pertenencia hacia un sector de centroizquierda o centroderecha porque, más allá de la muy evidente disputa de poder que supone la confrontación peronista en la provincia de Buenos Aires, si uno analiza el perfil del votante de Carrió y de Kirchner va a encontrar muchas similitudes. Seguramente los representantes de esas asociaciones políticas quisieran tener más diferencias de las que realmente tienen.

-¿Cuáles serían las diferencias que sí tienen? - Hay diferencias esenciales en el discurso básicamente depositado en lo moral que tiene Carrió con el discurso de contenido reivindicativo socialnacionalista que expresa el Gobierno, pero ambos se sienten profundamente diferenciados de lo que representan López Murphy o Macri. Pero, ¿qué es centroderecha y qué centroizquierda? Creo que es más fácil tener claro qué es centroderecha. Lo que podemos definir como centroizquierda tiene una gran cantidad de imprecisiones, como lo evidencian los centros izquierda que contienen el peronismo y el radicalismo, además de Carrió, el pequeño y sobreviviente Partido Socialista, y algunos otros grupos que pueden ser definidos como de centroizquierda con mayor o menor justicia. Pero, más allá de eso, hay una falta de propuestas puntuales que permitan visualizar de qué manera piensan resolver los problemas acuciantes que tiene el país, y que se concentran en esa unidad que para mí tiene la educación con el trabajo, la economía y la salud, incluyendo en educación investigación, desarrollo y cultura.

No se lo ve habitualmente entre los espectadores del Colón, como sí se ve a otros ex directores del teatro. ¿No va? -No, desde hace años. No puedo pisar el Colón. Es más, no puedo ni mirarlo cuando paso por la 9 de Julio. No me resulta posible no enterarme de cosas que ocurren en el Colón por diversos conductos, entre otros, gente del teatro que es amiga mía, que me quiere, o espectadores que, en la calle, me hacen comentarios casi diariamente. Y cada mala noticia relacionada con el teatro me parte el corazón. Pero no puedo ir. Fui cuando se hizo el "Otelo" con José Cura. El me insistió mucho para que fuera al teatro. Yo salía de una enfermedad muy seria. Me llevaron en silla de ruedas. Entré por Viamonte, cuando la función ya había comenzado, y me pusieron en un palco. Y cuando la función empezaba a terminar, me fui. Volví algunas otras pocas veces y fue una experiencia muy movilizadora, tanto por la relación con gente del personal como con espectadores, que se me acercaban y me hablaban hasta crearme la sensación de que no quería ir más. Fue como una fobia progresiva. Un amor que terminó mal.

Por Verónica Chiaravalli De la Redacción de LA NACION

4.8.05

En Santa Fe, la publicidad oficial miente, por Alejandro Krumm*

*Coordinador de la delegación regional de Federación Agraria Argentina con asiento en la ciudad de Santa Fe.

Por estos días febriles de electoralismo, tanto por las radios como por los diarios, el gobierno provincial anuncia con gran despliegue la conveniencia de "invertir" y "vivir" en Santa Fe ("...la mejor provincia para invertir, la mejor provincia para vivir."). Habla en la citada propaganda, que Santa Fe es la provincia que menos deuda registra y que encabeza, por ejemplo, la actividad exportadora de productos agroalimentarios.

Para los que conocemos la geografía de la segunda provincia del país –no por televisión o por fotos, sino porque nos metemos en el barro o en la tierra, en el monte o en la pampa desolada, allí donde también vive gente que nunca aparece por TV– esa publicidad resulta indignante.En la provincia "Invencible", hay pueblos enteros que no tienen agua para tomar. No para bañarse, lavar el auto o regar el jardín. Ese lujo asiático no es siquiera imaginable. Pero lo más escandaloso es que no estamos hablando de pueblos que agonizan en medio de un desierto estéril o en un salitral inconmensurable. Son localidades rodeadas de campos fértiles en plena producción agrícola-ganadera. Eso sí, en manos de 4 o 5 terratenientes, algunos de ellos –se sospecha– viven fuera del país.

En El Nochero, departamento 9 de Julio, la comuna instaló un aparato que potabiliza el agua bajando la sal y el arsénico a dosis aptas para el consumo humano. Pero apenas llega a 3.000 litros diarios; por lo tanto, la comunidad que anda cerca de los 2.000 habitantes, desde la mañana a la noche forma fila con sus bidones frente a la preciosa fuente. Esta no es más que una antigua bomba manual. Tal vez así, al ser dura tarea para las escuálidas niñitas que concurren a llenar sus plásticos, se consuma menos y se pueda repartir más. Una canilla sería un obsceno derroche.Las vías del ferrocarril que funciona para transportar cargas (privado), pasan a 20 metros de "La Bomba". Llevar en cisternas de agua desde la ciudad de Santa Fe a esa zona, resulta una misión imposible por la maraña burocrática que hay que vencer Y, sobre todo, porque no hay cisternas aptas para dicho transporte ("...ramal que para, ramal que cierra").

En estos días nos sacude la información de la muerte por desnutrición (nosotros decimos "de hambre") de dos inocentes criaturas en Venado Tuerto. Tan luego allí, en el corazón de la Pampa Húmeda, en medio de millones de toneladas de soja, de trigo, de maíz, de carne, de leche, etc.Podemos coincidir con el Presidente Néstor Kirchner en que "la indigencia no se puede terminar de un día para otro", pero en Santa Fe, nos gobiernan los mismos desde 1983. Y la pobreza y la indigencia no solo que no se terminan sino, por el contrario, crece. De esto no se habla. En la Provincia ningún funcionario explica nada. Lo único que hasta ahora hemos visto en algún diario son las inquietantes declaraciones del senador nacional oriundo de Galvez, Oscar Lamberto, sosteniendo "...mientras haya pobres, seguirá habiendo gobierno peronista". Aclaración: Lamberto está en el poder desde 1983, primero legislador provincial y luego, actualmente, legislador nacional. Hombre de inocultable lealtad primero a Menem, luego a Duhalde, ahora a Kirchner e incondicional a Reutemann y Obeid.